Bienvenida a mi mundo.
Verás algunos monstruos por los pasillos, procura no asustarlos, se enamoran al primer suspiro.
Te dije.
Dime dónde has estado. Cuéntame en pétalos tu alegría.
Hazme reir.
Tengo cerveza, siéntate o quítate la ropa. Pero ponte cómoda.
No voy a dejar que te marches.
Hace demasiado frío como para dormir con ropa,
y esto es ya una guerra contra los pijamas.
Ok. Me dijiste como quien acepta un reto.
Sonriendo.
Así que nos hicimos de cosquillas
y de adioses, como si tuviéramos en propiedad la noche
y la poesía.
Nos reconocimos al recordarnos, o tal vez al revés,
nos emborrachamos y dejamos que la piel hablara su propio idioma
y nos contamos tantas cosas
y nos hicimos tantas otras que por la mañana
la humedad en el colchón era un mapa
con la palabra AHORA
como única ley de nuestro nuevo mundo.
Sudabas.
Y estabas preciosa.
Así que te lo volví a comer
a modo de desayuno.
T.D., 2012