lunes, 5 de diciembre de 2011

De par en par

En los cuartuchos de madrugada crecen besos que algún día, en algún momento, se darán.

Las luces de los flexos bostezan detrás del insonmio de sus dueños,
y en el remite se escriben deseos de poliespán: resistentes a la humedad,
económicos, ligeros
y delicadamente quebradizos.

Cuando alguien se pregunta qué queremos es difícil contestarle
sin hablarle de intentos
y de oportunidades,
de alguna vida más
y de algún sueño de menos que todavía nos ronronea la sesera.
Pero luego, en la cara B del folio
donde cifras los momentos que te dan de comer
no quieres ni imaginar cómo sería todo esto
de no ser por las birras y los almanaques, las listas repletas
de cosas que vas a hacer y no harás,
el disfraz pirotécnico de estrella fugaz que te hace quitar el papel de regalo
para escribir en él tonterías.

Y el arte, y la poesía, y los pequeños detalles
como un regate a mitad del partido o un control con el pecho
mientras levantas la vista y miras a tus compañeros:
ahí está tu vida, desplegándose, desquiciando cubos de rubik
que terminas por romper mientras tratas de quitarles la pegatina,
luciendo el escorzo polvoriento de los soldados de la duermevela,
los que caminan por atracción a las recaídas
luchando contra el fuera de fuego que trae consigo la rutina y su hielo.

Encontré más cosas de las que estaba buscando.
no seré yo quien proteste por ello.

Dicho esto, no vamos a poner las sillas para que así nadie se siente,
no vamos a ponernos los zapatos
ni a cubrir con tiritas las heridas que traigan los siguientes viernes:
la única lucha es en carne viva,
el resto, los vendajes, las muletas y los ascensores
sólo serán una coma puntual en un párrafo que te dejará sin aire,
el breve punteo del relax serán así los acordes de otros
y nosotros no estaremos nunca de acuerdo, pero estaremos
como está el viento de los páramos en las tardes tranquilas de una infancia
que se revela ante su fecha de caducidad,
no me malinterpretes: peter pan sigue volando en su país de nuncajamás
mientras que yo me agacho a tocar este suelo que todavía nos mantiene en pie,
esta tierra de verdad inverosímil y felicidad volátil capaz de hacernos llorar
con solo un movimiento de caderas,
el milagro brutal de una existencia a la que solo di sentido
tras escuchar la sólida pero suave risa de los niños al otro lado de la ventana,
la infinita imaginación de unas piernas,
el regazo añejo de madres que superan los 60 años
y ahí siguen, en la brecha abierta de cuidarnos las pesadillas cuando no conseguimos dormirnos.

Encontré mucho más de lo que estaba buscando.
insisto.
Porque lo importante es recordar el camino y sus curvas,
las piedras que lanzaste al vacío vuelven con efecto boomerang
y las señales de humo se confunden con un día de niebla.

La temeridad sólo sabe medirse en pasos, y la valentía
es todo eso que aprendes después de haber salido corriendo unas cuantas veces
mientras otros se quedaban luchando.

El cartel publicitario reza: aqui estoy, aquí me tienes,
con el saco de arena en los contrapesos
y este rostro de felicidad sin careta,
alejado del baile de máscaras y de esa línea que no me atrevía a cruzar
y crucé, una tarde de domingo en un bar cerca de atocha.

Escribo para no olvidar
que hay deudas pendientes, y precipicios y gente que va y que viene
con su roce de caricias y miradas
mientras doblas una esquina de tu vida
como si fuera una página que quisieras recordar.

El tiempo sigue, no distingo si hacia alante o hacia atrás,
encontré mucho más de lo que buscaba,
el resto no importa: tengo cerveza, familia, amigos
y una compañera de vida que, de entre todos los ojos de la gente,eligió los míos.

Sonrío, me enciendo un piti y me digo:
¿cómo no voy a abrirlos de par en par?



Tayler Durden

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